lunes, 12 de noviembre de 2012

El niño del tequesquite




El niño del tequesquite
Siendo un niño mire a la distancia y esta se burlo de mis pies descalzos, mis ojos de niño miraban a la noche y no sabían si iba o venía…el tiempo era para mí una sospecha de vida y este se recostaba en mi espalda arqueada por el ayate. El sol estaba en lo más alto de mi cabeza y aun así aplastaba mis pensamientos, mi cabello era un paño para el sudor y a lo lejos se veía un mar de lágrimas, lagrimas blancas como la sal, era el Tequesquite quien brillaba con el sol de Enero y hacia toser al viento de febrero, el lago de Texcoco bañaba los días de mi existencia y ahora yo recogería sus lagrimas olvidadas, mis manos levantarían las costras de su piel abandonada en el mes de Diciembre. Siendo yo un niño mire a la distancia apartarse de mis manos y agrietarse a mis pies, el niño del Tequesquite era yo. El tiempo se cernía en mis pequeñas manos y mi pensamiento volaba con mis ojos llenos de salitre, era yo el niño del Tequesquite el que amontonaba las lágrimas del tiempo en un espacio de su piel y cargaba con sus heridas en un ayate vacío de ilusiones. El camino no era siempre el mismo a veces por la avenida de la soledad otras por la calzada de la indiferencia…siendo un niño mire las alturas y estas me miraron con burla infinita, en un mundo que yo miraba a través de la noche que llegaba como un borrachín tambaleándose entre mis sueños, siendo yo un niño miraba a la vida como una señora despampanante que camina en sus grandes tacones dorados, zarandeando sus anchas caderas va mirando todo a su paso con despótico desdén. Siendo yo ese niño que ahora es la voz del pasado sigo soñando con el niño del Tequesquite.
Fragmento del libro de mi vida
Smycke7

miércoles, 11 de abril de 2012

Los caminos estrechos



Los caminos estrechos
(El cronista del amor)
Las noches no eran las mismas en casa de Manuel, era padre y esposo, era amoroso y exitoso en su trabajo, pero había algo en su mirada que me hacia dudar de el. Las noches no eran las mismas en casa de Manuel, al contrario de la mayoría de las personas que se levantan con desgano el lo hacia con entusiasmo y caminaba con alegría a tomar el tranvía, eso era todos los días…un día del cual no quisiera recordar lo vi a ese tranvía su vida abordar, iba feliz con los ojos cerrados en un asiento del que cualquiera se hubiera trepado, largo era el camino, tan largo como nadie lo hubiera imaginado, el bajaba del tranvía y caminaba por las calles de subida, caminaba y caminaba hasta llegar a una parada de autobuses…su nombre Tenango del aire y sin pensar también a el me subía, mis ojos lo veían y mi mente no sabia por que lo hacia. El viaje a mi me consumía y mis palabras rebotaban morbosamente en la lejanía, por fin el su marcha detenía y a la vez se despertaba en mi una agitada compañía, era un calorcito el que me invadía y a mi corazón desesperaba, mientras que el caminaba y caminaba. Llegando a una casa que en ese pueblo algo tenia, tal vez la soledad que en sus paredes se reflejaba, tal vez la curiosidad que en mi silencio se agolpaba, el abrió la puerta como quien abre su casa, yo me quede en la esquina de la incertidumbre y paseaba mis ojos en las fachadas. No entendía ya lo que me pasaba, no entendía como el tiempo no me había despertado con sus tropiezos y de pronto con mi imaginación situada  en esa esquina vi como una mujer entraba a esa casa, mis ojos creían conocerla, mis ojos se perdían en un mundo que yo no conocía, camine unos pasos para no perder el equilibrio, compre unos cigarrillos, ¿Por qué? si yo no fumaba, le pregunte al señor del estanquillo, ¿Quién habita esa casa? Por que yo quisiera comprarla, el tendero torciendo su bigote me contestaba ya estuvo hace poco a la venta, ya esta habitada, nervioso de la contestación le decía, suerte de la familia que vive en ella, el tendero mirándome a los ojos me decía, suerte del tipo que ahí reside… ¿por que debería de ser una persona con suerte? Sonriendo como la suerte me contesto con su voz lasciva, la mujer que el tiene es la mujer que nosotros desearíamos, es hermosa es callada y con sus formas esculpidas para el amor. El tendero sonreía y cogiendo uno de mis cigarrillos me decía, ¡vamos amigo! Que su mente no camina, escuche lo que a mis oídos la pobreza ha traído de voz una sirvienta que ahí ha servido, ella cuenta que el no es su marido, ella cuenta que el es su vecino y que salen día a día a un mismo destino, ella de su casa y el de su martirio, diciendo que trabajan cada uno por diferentes caminos, cada uno por sendos abismos.  El silencio en mis labios temblaba y mis oídos escuchaban a ese cretino, se carcajeaba como creo que lo haría el destino, el se imaginaba lo que en esa casa pasaba y lo platicaba como si el fuera el destino. El tiempo había pasado abofeteando a mis oídos y de esa casa salía esa dama y caminaba con el pelo recogido, caminaba con la frente despejada y en su rostro la pasión derramada se advertía, pasaba y a mi no me miraba era como si no existiera en su camino es mas su mirada por mi piel se resbalaba. Quizás era un sueño, quizás me había subido a ese tranvía que unos llaman imaginación y al dormirme desperté en otra estación pero ahí estaba ella diciendo…buenas tardes don destino deme unos cigarrillos para mi marido.
Fragmento del libro de mi vida
Smycke7                                     

miércoles, 7 de marzo de 2012

Trini el menso



Trini el menso
En el estado de Michoacán México, hay un pueblo llamado san Bartolo, es un pueblo en donde el tiempo camina en silencio, es un pueblo en donde el tiempo es la sombra del sol. Sus calles están cansadas de andar y alisadas por el polvo del abandono, pero tiene una peculiaridad de los pueblos que viven alejados de las ciudades…su gente es feliz. Entonces ese polvo refleja una enorme sonrisa en su gente, una enorme esperanza en los pies cansados de los ancianos de san Bartolo. Ha llegado a su fin el pesado invierno y el olor a leña con sabor a leche con pan fallo, ha llegado a su fin las tertulias con dibujos alargados por las sombras del brasero. La gente ahora ya sale de su encierro obligado y todos esos recuerdos se quedaran en las cenizas de lo platicado. Sus pies entumidos reclaman sus travesías por la tierra que arraiga sus pasos, el sol brilla a lo alto, calando sus huesos guardados, calando sus ojos despertados. Por esas calles levantadas camina refunfuñando Trini el menso y a las paredes se va pegando. -¡que tienes trini, que vas gritando!, ¡es este sol que me va molestando,- pero si el sol apenas se va asomando- si don Moy pero su luz me descubre el alma y esta me va hostigando-.don moy embrollado le deja y camina levitando y piensa… que hace un loco conmigo trabajando, que hace un loco en una hacienda donde se crían cerdos. Trini el menso sigue su camino y a sus pasos los escucha el capataz. – ¡hey muchachos miren quien a llegado! Es trini y viene enojado.- de entre las risas se escucha una voz que le dice -¡trini véndeme tu navaja! Cuanto me das… te doy 200 pesos, ¡a no que la chingada dame 100 pesos!- Las risotadas llegaban hasta los oídos de nacho el encargado de alimentar a los cerdos, quien sonriendo con la tranquilidad que dan los años sólo su cabeza movía. -Trini ya te he dicho que 200 pesos es más que 100 pesos- ¡si nacho pero a mi me costo sólo 100 pesos!- esto era casi todos los días y trini nunca entendía o tal vez los que no entendían eran otros. Trini trabajaba sin descanso y no paraba hasta que anochecía  y por las noches caminaba feliz de no tropezar con su sombra, feliz de no caminar pegado a las paredes y al llegar a su casa era su alegría, pues sus paredes eran su compañía y el adobe la piel de su inocencia. El color de su soledad era la sombra de sus ojos y el le platicaba todos los días, el le platicaba a su compañía y jamás le golpeaba si no le respondía…ese era trini el menso todos los días y sus noches su alegría y sus noches su ideología. Un día don moy quien le prestaba la casita donde vivía le dijo a Nacho… ¡Le pondremos luz  a las calles aledañas a la hacienda!- ¡le pondremos luz a esa choza de trini! Nacho ya las iluminaba con su bondad pensaba, pues era el único quien a trini no molestaba. La mañana llegaba a san Bartolo sin antes visitar a las verdes praderas, sin antes visitar al rocío de la noche, sin antes despertar la chifladura de trini el menso. Quien por su ventana miraba a la mañana que se confesaba de estar en los brazos de su amada. Trini pensaba o tal vez todavía soñaba y les miraba como si les viera amarse, revolcarse con dominante lujuria…
Extracto del libro de mi vida
Smycke7